Mi motivación para escribir en el periódico El Observador tiene su origen cuando hace varios años, en Villa TV, un amigo dijo que la Biblia contenía 66 libros y que los católicos le habían agregado 7.
Si imitamos a San Lucas (1, 1-5), quien buscó la solidez histórica de su fe y escribió que investigó diligentemente todo desde el principio, podemos determinar la cantidad real de la “tá biblia tá haquia” o los Libros Sagrados (I Mac 12, 9) de la Biblia.
En nuestra diligencia encontramos que el primer canon o קנה "kaneh" bíblico que aparece es la Biblia griega, de los Setenta (LXX) o Septuaginta, que es una traducción del hebreo al griego del siglo III a. C., hecha en Alejandría, Egipto, para los judíos que no hablaban hebreo (Hechos 2, 1-12).
Para el siglo I el hebreo era una lengua muerta solo usada alrededor del Templo de Jerusalén, el arameo era la lengua vernácula para los judíos de Galilea y la griega era la lengua universal. Por lo tanto, si Jesús vivió en Nazaret y Cafarnaúm, era conocedor de las Escrituras (Lc 24, 27), celebra la fiesta de Janukká(Jn 10, 22) establecida en I Mac 4, 59y II Mac 10, 1-8, etcétera; ¿en qué idioma estaban los libros a los que Él tuvo acceso? En griego, claro está.
Entonces, el Espíritu Santo, para dar claridad a los que no habían investigado diligentemente, permitió que aparecieran en el siglo XX, en Qumran, Israel, los libros excluidos en la Biblia hebrea; traducidos del griego al hebreo, precisamente escritos en el siglo II.
¿Por qué será que La Biblioteca Nacional de España y la Sociedad Bíblica, en el 2009, presentan la Biblia del Siglo de Oro Español con 73 libros, admitiendo esta última que “Con la presente edición quiere contribuir a enmendar este lapsus histórico, cultural y espiritual”; y “reparan una deuda histórica con la Biblia Reina–Valera y con su público”?
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