martes, 1 de julio de 2014

¿Es la biblia palabra de Dios?

La respuesta más común es: “Si, porque toda escritura es inspirada por Dios..”, citando 2 tim.3,16-17, sin tomar en cuenta que Pablo solo hace referencia al Antiguo Testamento pues los libros que compondrían el Nuevo Testamento no todos estaban escritos, y fueron elegidos tres siglos después. Pero, ¿debemos creer que es suficiente que un libro diga que es inspirado por Dios para creer en él? Pues hay otros libros, como el evangelio de Judas, el Evangelio de Tomás, el Evangelio de Pedro, el Evangelio de los Hebreos…en total 87, que también dicen que son inspirados por Dios. Hasta los mormones aseguran que las “Planchas de Oro” un ángel se las reveló a Jon Smith.

Sobre los 87 pseudo-evangelios y las Planchas de Oro cualquiera respondería: “Si, esos libros no dicen la vedad”. Pero, ¿es suficiente que un libro diga la verdad para creer que es Palabra de Dios? Pues, hay libros de historia, de geografía, de medicina, de economía…que dicen la verdad y no por eso creemos que sean palabra de Dios.

Otros pueden asegurar: “Yo creo en la biblia porque al leerla he sentido la presencia de Dios y ha cambiado mi vida”. Pero, hay personas que al leer una novela o un libro de motivación sienten una emoción muy fuerte, lloran y toman decisiones que cmbian muchos aspectos de sus vidas. Por lo que ellos sienten y por los cambios que en ellos provocan esas lecturas, ¿podemos creer que esos libros son Palabra de Dios?

En Hechos 1, 8 Jesucristo dijo a sus discípulos que serán sus testigos (mártir en griego). Los testigos no son libros si no las personas, la comunidad de creyente que ha recibido, vivido, transmitido la manera de creer y de vivir, que aprendieron al lado de Jesús y han defendido esa verdad incluso con la propia vida; pues, nadie da su vida por lo que considera mentira. Los apóstoles, los padres apostólicos, los santos padres, los mártires, los santos, son los mejores testigos de que la biblia es Palabra de Dios.

La iglesia, que es columna y fundamento de la verdad (1 Tim.3,15), guarda fielmente ¡la fe transmitida a los santos, oral o por escrito, de una vez para siempre’ (Judas 3). Ella es la que guarda la memoria de las palabras de Cristo, la que transmite de generación en generación la confesión de fe de los apóstoles. Como una madre que enseña a sus hijos a hablar y con ello a comprender y a comunicar, la iglesia, nuestra madre, nos enseña el lenguaje de la fe para introducirnos en la inteligencia y en la vida de la fe.

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