Por Jimmy Lantigua
Cuando el cardenal Jorge Mario Bergoglio eligió el nombre de Francisco para su pontificado, inmediatamente le comenté a mi esposa: “Es por San Francisco de Asis”¡. San Francisco fue un joven de familia rica que abandonó todo por predicar el evangelio y llevar una vida de pobreza.
El Papa Francisco, CCLXV (265) sucesor de San Pedro, viene a la raíz de la renuncia del obispo emérito de Roma, Benedicto XVI. Renuncia que ha creado todo tipo de especulaciones. Pero, ¿las personas que se ponen a especular conocen realmente las escrituras y la historia de la iglesia?
Aunque todos en la Iglesia estamos llamados a ser santos, la Sagrada Escritura y la historia muestran que desde sus orígenes, algunos de sus miembros cometen actos no apegados a los caminos de Dios.
Al buscar los motivos por lo cual se cometen esos actos vemos que Jesucristo en Mc. 7, 21-22 nos dice que del corazón sale la inmoralidad sexual, robos, asesinatos, infidelidad matrimonial, codicia, maldad, vida viciosa, envidia, injuria, orgullo y falta de sentido moral. Lamentablemente es difícil encontrar un ser humano que no tenga una de estas impurezas, por eso debemos preguntar: ¿Estamos los cristianos libres de los males del corazón?
Santiago 3, 2ª nos responde: “y todos tenemos nuestras fallas”
Algunas de esas fallas las podemos ver en Hechos 5,1-11 y 6, 1ss, donde miembros de la iglesia cometieron fraude y trato negligente hacia las viudas, respectivamente.
Las Cartas de San Pablo fueron escritas para resolver problemas que se presentaban en las comunidades, tanto doctrinales como morales. San Pablo aborda los casos de incesto (1 Co 5, 1-13); fornicación (1 Co 6, 12-2’; de tomar parte en obras de las tiniebla (Ef 5,11); conflictos entre dirigentes de la iglesia (Gálatas 2, 11ss); la desobediencia de los hijos y los siervos, y el maltrato de los pobres y patrones hacia ellos (Ef 6,1-9); etcétera.
No es por nada que Gálatas 6, 1ss aconseja que: “Piensa en ti mismo, porque tú también puedes ser tentado”.
Por las tentaciones sexuales recibidas por miembro de la iglesia, es que el Papa San sotero (166-175 d.c.) confirmó que el matrimonio es un sacramento y sin ningún valor si no ha sido bendecido por un sacerdote y el Papa San Lucio I (253-254 d.c.) prohibió la cohabitación entre hombres y mujeres que no fuesen consanguíneos, impuso a los eclesiásticos de no convivir con las diaconisas que le daban hospitalidad por “sentimientos caritativos”. En buen dominicano, muchos cristianos preferían vivir fornicando, y las diaconisas se acostaban con los sacerdotes sin estar casados entre sí, ¡Vaya, en la iglesia primitiva!
Ante los escándalos, los Donatistas, del Norte de Africa, decían que todos los miembros de la iglesia deberían ser santos, por lo que ellos debían separarse de la Iglesia Católica, San Agustín le planteó la parábola del trigo y la cizaña, y que era voluntad de Cristo que en ese campo, que es la iglesia, debían estar los santos y los pecadores hasta la siega que hará el Señor.
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